Reemplazar la culpa por compasión por el impacto
Esta Joya de Conexión está disponible en formato audio
Escúchala en “Concepto Jirafa” https://open.spotify.com/episode/6VCzKTLuRI2v0acNFj5zJW?si=56117c1fb43443a3
La culpa se basa en la creencia de que si puedes ubicar quién es culpable de una situación de sufrimiento te sentirás mejor. Hay historias sobre esto en diversas tradiciones espirituales que incluyen relatos sobre alguien que se niega a recibir sanación hasta encontrar quién causó su dolor.
En tu corazón, sabes que culpar a las demás personas no te aliviará realmente. Sin embargo, el hábito de intentar alejarte de algo desagradable te lleva a recurrir compulsivamente a la culpa. Este acto de acudir a algo externo para evadirse del dolor se ve fomentado por los medios de comunicación. El hábito de culpar es un síntoma de un sistema más amplio que promueve la alienación de las personas de sí mismas y de las otras personas.
En cierto sentido, la culpa puede considerarse como una confusión entre causa y efecto. Tu comportamiento tiene un impacto en las demás personas, pero eso no te convierte en la causa de sus reacciones ante tu comportamiento. Y viceversa, claro.
Por ejemplo, si una persona te dice una palabra que usualmente se entiende como un insulto (algo como: “¡qué inútil eres!”), es muy probable que ese comportamiento tenga un impacto en ti. A la vez, tú puedes elegir cómo quieres responder - internamente y externamente - a esta situación. Internamente, podrías tomarlo personalmente y sentir tristeza o rabia, o podrías imaginar que ese actuar surgió de algún dolor en la otra persona y enfocarte en tenerle compasión, o incluso podrías sentir indiferencia y pasarlo por alto - entre otras muchas posibilidades. También podrías ofrecerte autoempatía en ese momento de sorpresa, shock o dolor. Externamente, es posible que elijas devolverle otra palabra considerada habitualmente como insulto, responder con un acto de violencia física, tomar algo de distancia en el lugar, hacer como si no hubieras escuchado, etc. O también podrías elegir tomar una respiración profunda y consciente, mirarle con compasión en tu corazón y ofrecerle una suposición empática acerca de sus sentimientos y necesidades… O quizás una expresión honesta de tu disgusto acerca de su comentario y cómo no cubre tu necesidad de respeto y consideración, agregando algún pedido. Tu respuesta tendrá que ver con la situación, el contexto y la naturaleza de su relación (si es una persona extraña o un ser cercano por ejemplo) y sobre todo con tu propia historia, tus creencias, tus autojuicios (si el insulto resuena en ti o no), tus recursos interiores en ese momento (nivel de cansancio, estado de ánimo general, capacidad para conectar con tu corazón…), entre otros aspectos. En ese sentido, la palabra y comportamiento de esa persona pueden tener un impacto en ti, es decir, pueden ser un estímulo, y a la vez no son la causa ni de tu sentir ni de tu respuesta externa.
Las causas y los efectos son infinitos. No hay forma de identificar directamente las causas y los efectos porque interaccionan en un campo infinitamente complejo. Por eso decimos cosas como «causa inmediata», sabiendo que solo vemos una pequeña parte del panorama cada vez que conectamos la causa con el efecto. Esto es quizás más evidente en las relaciones humanas, en las que todo lo que experimentamos con otra persona se filtra a través de nuestros propios sesgos e historia. Nuestra experiencia en un momento dado surge de una complejidad de causas y condiciones.
La culpa es un pensamiento simplista en el que imaginas que una persona es la única causa de una experiencia que estás viviendo, por lo que si la frenas o la manipulas, obtendrás una experiencia más deseable (por ejemplo, te hará feliz). Esta es la premisa básica de la mayoría de las películas de superhéroes: encontrar y frenar a “los seres malvados” y entonces todo el mundo estará feliz.*
Por supuesto, no piensas en todo esto. La energía del hábito toma el control en una milésima de segundo. La culpa cobra impulso porque se ve reforzada positivamente por la distracción momentánea que proporciona de los sentimientos dolorosos subyacentes y las necesidades insatisfechas. Veamos un ejemplo de una estudiante de Diálogo Consciente y Compasivo:
“El otro día, cuando volví a la cocina después de acostar a mi hija menor y vi que mi hija mayor, sentada a la mesa junto a mi pareja, estaba comiendo galletas después de la cena y no se había comido la ensalada, lo primero que pensé fue culpar a alguien (en este caso, mi pareja): «Soy la única que se preocupa de que coma verduras. Si no estoy delante, no come bien. Él no se asegura de que nuestras hijas coman sano». Cuando lo analicé más profundamente, me di cuenta de que la culpa me protegía del dolor: mi preocupación por los hábitos alimenticios y la salud de mi hija mayor. También me ayudaba a evitar examinar mis propias decisiones o acciones en esa situación: ¿Podría haber tomado otras medidas en el pasado para informarla y motivarla a comer sano?” Vi cómo la culpa y los sentimientos que la acompañan (resentimiento, ira, amargura...) tienen un impacto en mi bienestar físico y mi salud (posiblemente peor que no comer verduras). Vi cómo la culpa también me mantiene estancada en un lugar, porque no puedo hacer que las personas (o el clima, o el gobierno...) cambien. Me desconecta de mi verdadero sentido de elección y agenciamiento.
La decisión de la pareja de esta estudiante de dejar que su hija comiera galletas en vez de la ensalada tuvo el efecto de estimular preocupación en ella por el bienestar de su hija, así como dudas sobre la colaboración mutua. Lo ideal sería que su pareja expresara compasión por este efecto sin culparse a sí mismo por la experiencia de ella. Para ello, nuestra estudiante tendría que acercarse después de haber procesado sus juicios y vuelto a su centro. Sin la reactividad de la culpa, ambas partes podrían tener una conversación conectada sobre la cena y las galletas en relación con el cuidado de sus hijas. En este caso es este anhelo de cuidado, responsabilidad mutua y consideración lo que subyace a los pensamientos de culpa.
Tal vez te preguntas ¿cómo puedes moverte de la energía de buscar culpables a reconocer e invitar a la otra parte a reconocer el impacto que algo tiene en ti con compasión? Con auto-empatía. Primero puedes prestar atención a tus pensamientos y juicios para darte cuenta cuando estás queriendo echar culpas. Cuando los reconozcas, tomate un tiempo para respirar profundamente y volver a tu centro. Permítete sentir el dolor que hay detrás de esa energía - en general el buscar culpables trata de esconder emociones profundas e incómodas. Nota cómo se sienten los sentimientos displacenteros en tu cuerpo, en qué zona los experimentas, si los percibes teniendo alguna forma o temperatura. Dale la bienvenida a tu experiencia interior sin resistirla. Si te dan ganas de llorar o gritar permítete expresar esas ganas (¡lejos de la otra persona!). Luego identifica qué necesidades universales estás buscando cuidar. ¿Qué es importante para ti en esta situación? Toma tiempo de conectar con la energía de esas necesidades y cómo viven en ti. En ese momento tendrás mayor enraizamiento como para abordar el tema con la otra persona, reconociendo el estímulo y su impacto desde un lugar más objetivo, reconociendo que si tuvo un impacto es porque hay algo (una necesidad universal) muy importante para ti.
Cuando puedes hablar en términos de impacto, dejas espacio para identificar capas de autorresponsabilidad y para que la otra persona se haga cargo de lo que realmente le corresponde, ni más ni menos. Esto abre la puerta a la compasión y la conexión, lo que sienta las bases para nuevas decisiones y acuerdos más eficaces.
PRÁCTICA
Esta semana, fíjate cuando tengas pensamientos que culpen a otra persona y luego reemplazalos con algo como esto: «La decisión de esta persona me afectó, pero no es culpable de lo que estoy experimentando. Yo también tengo responsabilidad en crear la experiencia que estoy viviendo. También vivo en un sistema, una cultura, que tiene una gran influencia en la creación de lo que vivo. Ahora, me pido observar mi experiencia sin tratar de escapar de ella a través de pensamientos que buscan culpables». Observa qué cambia cuando modificas la dirección de tus pensamientos.
*Sin embargo, en recientes años han salido varias películas de superhéroes que incluyen un acercamiento más amplio y compasivo, alejándose de la trama típica. Nos inspira ver algunos intentos de madurez emocional y sanación en este contexto.