Practicar la no-reactividad

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Hay muchas formas de gestionar la reactividad. Quizá la forma más eficaz y gratificante sea el entrenar nuestra atención en dirigirse hacia lo agradable. Para esta práctica, es útil asumir simplemente que la reactividad surge cada vez que entras en un estado de distracción y no estás conectando con algo que estimula gozo y satisfacción en ti. Por lo tanto, no es necesario esperar a notar la reactividad para interrumpirla y cultivar tu estado expansivo. 

Probablemente, desde los orígenes de la humanidad, hemos conocido el simple placer de prestar una atención completa a algo en el momento presente. Este simple acto de prestar atención a algo del entorno que nos resulta agradable, permanecer allí unos instantes y, a continuación, percibir conscientemente la correspondiente sensación de gozo que sentimos, interrumpe la tensión y la contracción.

Lo difícil es acordarse de hacerlo. Cuando pasas demasiado tiempo sin dirigir tu atención de esta manera, esta práctica se vuelve menos accesible. El sesgo negativo del cerebro humano (diseñado para favorecer nuestra supervivencia) hace que tiendas a enfocarte en lo que no funciona y así tienes la sensación de alejarte cada vez más de la vida. 

Quizá una de las formas más generalizadas de reactividad sea los pensamientos de que tienes que seguir haciendo lo que estás haciendo y las sensaciones que vienen con ellos. Pierdes así el acceso y la conciencia de tu capacidad de elección. Experimentas una vaga sensación de ansiedad o amenaza que parece atarte a esa tarea concreta, a esa línea de pensamiento, a tus emociones negativas, etc. La práctica de soltar intermitentemente lo que tienes entre manos y conectarte con algo agradable de tu entorno te libera de esas ataduras reactivas.

A medida que experimentas esta libertad una y otra vez, la facilidad y la alegría se convierten en la sensación sentida de base en tu vida y la reactividad se convierte así en la interrupción.

Si quieres, puedes probar cómo se siente si al despertar en un día normal empiezas atendiendo de forma natural a algo que disfrutas. Tal vez te tomes un momento para acariciar a tu gato, acurrucar a tu hijo o apreciar la luz de la mañana. Establece tu intención de quedarte unos instantes más con estos gozos sencillos y deja que tu atención se sumerja en ellas. Si empiezas el día de esta manera, crearás una tendencia hacia la práctica de la no-reactividad.

A continuación, establece tu intención de practicar esta actividad de forma regular a lo largo del día. Será más fácil recordar tu intención si eliges algo específico con lo que practicar. He aquí algunas posibilidades:

  • Las imágenes, los sonidos y los olores de la primavera (o de la estación en la que estés)

  • La sensación del aire fresco en tu rostro cada vez que sales a la calle

  • Tu color favorito cada vez que lo ves

  • Las sonrisas de las personas

  • El sonido de los pájaros

  • El sonido del viento entre los árboles

  • La forma de los árboles frente a tu ventana

  • El modo en que va cambiando la luz y lo que ves a medida que transcurre el día

  • La textura y la sensación táctil que tienes cuando tocas diferentes objetos o elementos

  • El sabor de lo que comes o bebes

  • El color de tus alimentos

  • El juego de luces y sombras, especialmente en la naturaleza

  • La sensación de la ropa acariciando tu cuerpo.


PRÁCTICA

Dedica ahora mismo un momento a esta práctica. Busca algo agradable en tu entorno y permítete permanecer unos instantes ahí notando la sensación de alegría o gozo en tu cuerpo. Vuelve durante el día a prestar atención a lo agradable de tu entorno dejando que se asiente en ti unos instantes más de lo habitual. 

Si quieres seguir una práctica regular, puedes establecer tu intención de practicar esta actividad cada mañana al levantarte, y si gustas crear algunos recordatorios (notas en el refrigerador, en el celular, etc.) para volver una y otra vez a notar y apreciar lo que está funcionando para ti o apoyándote en cada momento.