Trabajando con la percepción de abandono

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Seguramente alguna vez te has escuchado o has escuchado a personas diciendo que se sienten "abandonadas". Sin embargo, "abandonada" no es técnicamente un verdadero sentimiento; es una expresión de tu interpretación de lo que alguien “te” está haciendo, y a la vez una señal de que sentimientos y necesidades importantes están surgiendo en ti. Los sentimientos suelen incluir: dolor, soledad, miedo, tristeza y decepción. Y las necesidades más usuales que surgen con la percepción de abandono son generalmente conexión, consideración, confiabilidad, importar, reconforto y amor.

Si has adquirido en tu historia el hábito de experimentar y percibir abandono, las relaciones cercanas pueden estimular con cierta facilidad la percepción de amenaza de las necesidades enumeradas anteriormente. Como primer paso en el camino de la sanación de las experiencias de abandono, puedes empezar por darte cuenta de los hábitos de abandonarte a ti y cambiarlos. Efectivamente, muchas veces, cuando percibimos abandono por otras personas, estamos actuando o hemos actuado de una forma que favorece el comportamiento mismo que nos causa dolor y que quisiéramos evitar; una forma que podemos llamar “auto-abandono”. 

En este contexto, abandonarte a ti significa desconectarte de tus sentimientos y necesidades, y luego tomar decisiones desde este estado de desconexión. Cuando este patrón de conducta de auto-abandono se vuelve crónico, la percepción de abandono por otras personas se vuelve más común y los sentimientos de agotamiento y depresión son visitantes frecuentes. 

Empieza a examinar tus hábitos de percibir abandono cuestionando tus interpretaciones de abandono por parte de las demás personas. Cuando te oigas decir que “te están abandonando” o alguna expresión equivalente, comprueba lo que te estás diciendo a tí sobre tu propia experiencia en ese momento. 

He aquí algunos ejemplos de pensamientos y creencias que estimulan el auto-abandono, es decir, formas de pensar que te llevan a ignorar o descartar tu experiencia, valores o necesidades:

  • No debería enfadarme, no es para tanto.

  • Acepté hacerlo, así que tengo que hacerlo.

  • Estarán contentos si simplemente hago lo que me piden.

  • Nadie más se siente de esta manera, así que yo no debería sentirme así.

  • Soy la persona más grande o más madura, no tengo que hablar de mis necesidades.

  • Nadie quiere oír mis sentimientos y necesidades, así que para qué molestarse en hablar de eso.

A menudo, voces como éstas viven en un segundo plano de tu conciencia, guiando tus decisiones de manera sutil y casi imperceptible. Cuando este patrón de pensamiento pasa desapercibido, puedes notar que repentinamente sientes enfado y resentimiento y comienzas a acusar a alguien cercano de abandonarte o de no preocuparse por lo que necesitas, cuando en realidad puede que en un nivel anterior tú no hayas reconocido o valorado tus necesidades ni realizado algún pedido que las atienda y de ese modo contribuya con tu vida.

Para ilustrar cómo se puede ver en la vida diaria, tomemos un ejemplo. Una joven mamá se quejaba de que su esposo la “abandonaba” o la dejaba sola para lavar la vajilla y limpiar la cocina después del almuerzo los fines de semana. Esta percepción la llenaba de enojo y resentimiento, detrás de los cuales había una profunda tristeza. Cuando se miró a sí misma, se dio cuenta que en realidad ella elegía dejar a su esposo y a su hija pequeña jugando o descansando después del almuerzo, para ir a ocuparse de la cocina, con pensamientos como: “Si no voy a lavar ahora, nadie más lo va a hacer” y “De todas maneras la pasan mejor si no estoy allí.” No se permitía quedarse a compartir con su familia, ni tampoco se permitía nombrar sus necesidades (de apoyo, de compañía, de compartir) ni hacer pedidos al respecto. Al ignorar ella misma lo que era importante para su propia persona, sus necesidades quedaban invisibilizadas para toda la familia. De esta manera, su actuar desde un estado de desconexión favorecía precisamente lo que la terminaba afectando.

El enojo, el resentimiento, la desesperanza y el colapsar son indicios de que puede haber reactividad en relación con la percepción de abandono. Cuando experimentas estos sentimientos, puedes utilizarlos como señales para hacer una pausa, darte cuenta de lo que te estás diciendo y chequear si tus decisiones de ese momento brotan de la autoconexión y la autenticidad. Busca apoyo. El apoyo puede incluir: recurrir a tu ancla, tomar un momento para ofrecerte autoempatía, escribir un diario o buscar empatía de alguien ajeno a la situación. 

Volver a conectar con las necesidades que estaban realmente vivas para ti cuando abandonaste tu propia experiencia puede ayudarte a disolver los sentimientos de reactividad y a tomar perspectiva. De este modo, podrás hacerte pedidos sobre lo que te gustaría hacer de manera diferente en el futuro para mantenerte en conexión y honrando tus propias necesidades a la hora de elegir qué es lo que quieres hacer en ese momento.

Para volver a nuestro ejemplo: después de haber tomado consciencia de esta situación, la mamá de la cual hablamos conversó con su esposo. Él le dijo que su intención al permanecer junto a su hija pequeña mientras ella se ocupaba de la cocina, era apoyarla, y que había notado su elección de no compartir con la familia en ese momento y quería respetarla. (Allí se ve claramente cómo nuestra percepción de abandono puede ser muy diferente a la verdadera intención detrás de la acción.) Ahora que la mamá se pregunta conscientemente cómo y en qué momento quiere ocuparse de la cocina, pide más apoyo de la familia para las tareas del hogar y elige conscientemente cuándo y qué actividades quiere compartir con su familia, la percepción de “abandono” se hace cada vez menos frecuente e intensa. 

Ciertamente, hay ocasiones en las que la percepción de abandono está fuertemente estimulada por la experiencia presente, como cuando alguien acepta estar ahí para cubrir tus necesidades y luego se marcha sin avisar. Sin embargo, cuando hablamos de reactividad, lo más probable es que experimentes miedo a que alguien se aleje de ti en un momento de vulnerabilidad, o que tú te estés alejando de tu propia vulnerabilidad. Es decir que puede ser que en un afán de auto-protección, no te permitas ser vulnerable ni abrirte de manera consciente a la experiencia de necesitar apoyo o compañía y realizar pedidos al respecto, alejando de esa manera a las personas que quisieras tener cerca y que podrían apoyarte o acompañarte, o bien puede ser que proyectes tu miedo a que “te abandonen” en el comportamiento de las otras personas, interpretando su comportamiento en esa dirección cuando en realidad conlleva una intención muy distinta. 

En este contexto, te invitamos a notar cuando usas la palabra “abandono” u otras semejantes y tomarlas como señales para chequear tus interpretaciones, sentimientos y necesidades y elegir desde esa autoconexión qué quieres hacer en ese momento.


PRÁCTICA

Esta semana nota cuando surgen en ti las voces del abandono. Cada vez que las oigas, vuélvete hacia tu experiencia con compasión y curiosidad. Podrías decir algo como: "Puedo estar con esto que estoy experimentando ahora y permitirme conectar con mis sentimientos y necesidades". O: "¿Qué me estoy diciendo (o qué historia / película me estoy contando) en este momento?" Luego tómate el tiempo necesario para recibir y sentir tu experiencia con amabilidad. Conecta con qué es realmente importante para ti en esa situación, cuáles son las necesidades profundas que quisieras atender. Desde ese lugar, imagina cómo se sentiría tener esas necesidades satisfechas y qué podrías hacer o pedir para llegar a esa satisfacción. Como siempre, si este proceso se siente muy vulnerable, no dudes en pedir apoyo o compañía empática de una pareja de práctica.