Preferencias, exigencias y seguridad emocional

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Cuando convives con otras personas, las pequeñas preferencias pueden convertirse en exigencias. Una parte de ti piensa que se trata de cosas sin importancia, pero otra parte tuya sigue insistiendo en que tiene que hacerse a tu manera.

Las preferencias o estrategias preferidas podrían definirse como formas o modos particulares (independientemente de su eficacia real) de satisfacer las necesidades, que se prefieren simplemente por costumbre o porque resultan familiares y cómodas. La insistencia en pequeñas preferencias suele surgir desde un lugar de inseguridad. Encontrarte demandando que las personas con las que convives hagan algo tal y como tú lo haces o crees que deberían hacerlo, es una señal para que revises tus pensamientos, sentimientos y necesidades. Además de que puedes realmente estar creyendo que esa es la “mejor” manera de hacer ese “algo”, puede que también estés pensando, consciente o inconscientemente, de que en el fondo si no lo hacen a tu manera, no les importas, o que tus necesidades no son vistas o no son importantes para las personas que conviven contigo. 

Se trata de una confusión entre necesidades y estrategias. Desde un estado de inseguridad, pierdes acceso a la claridad y tu pensamiento se vuelve confuso. Imaginas entonces que la única forma de saber que le importas a la otra persona es si hace las cosas a tu manera y como se las pides. Esto es una forma de indiferenciación emocional, donde no existen límites claros entre las personas y las diferencias se perciben como amenazas, lo que finalmente resulta tóxico para las relaciones. Cuando tu pareja o las personas con quienes convives se ofrecen a hacer algo a tu manera desde la libertad y la generosidad de su corazón, eso constituye una verdadera contribución, y es de esperar que puedas recibir esto con gratitud y no con la idea de que está cumpliendo con un deber. Por otro lado, tu insistencia en tu manera puede llevar a que esa persona acepte tu pedido, pero desde una energía de obligación y con resentimiento, lo que no aportará a su relación y muy probablemente no atenderá alguna de las necesidades que buscabas satisfacer en primer lugar.

Veamos un ejemplo. Algunas personas han crecido en entornos en los cuales por cualquier motivo había poca ayuda o apoyo disponible para ellas, o recibieron el mensaje de que debían arreglárselas solas, el cual interpretaron como “a nadie le importo” o “a mi familia no les importo”. Ya en la adultez, una persona con esa historia e inseguridad podría en su vida diaria insistir en que las personas con quienes convive le ayuden con ciertas tareas de una manera muy particular o en el momento exacto en que lo solicita (con apego a esa estrategia preferida y no desde la actitud abierta a la negociación de un verdadero pedido). Detrás de esa preferencia, hay una pregunta escondida que podríamos expresar como: “¿te importo?” y es eso lo que hace difícil, recibir un “no” sin sentir inseguridad, dolor y muchas veces enojo (lo que a menudo termina implicando que el pedido se convierta en una exigencia). A la vez, la insistencia y la energía de la exigencia hacen menos probable que la otra persona quiera atender la solicitud desde el corazón con un verdadero deseo de contribución. Cuando este escenario se repite sin tomar consciencia de las necesidades subyacentes, se ingresa a un círculo vicioso que usualmente no atiende las necesidades de ninguna de las partes ni de la relación.

La inseguridad suele girar en torno a una o dos necesidades "delicadas".* En el caso de nuestro ejemplo, la necesidad delicada es la de apoyo. Llevar tu atención de manera intencionada y consciente a esas necesidades te ayudará a liberarte de la inseguridad y a relajar tu insistencia acerca de preferencias particulares. Desde un lugar de seguridad, puedes ser flexible y responder a la situación de modos nuevos. Puedes dejar de lado pequeños desajustes con tu pareja o con las personas con las que vives, porque confías en que tus necesidades importan y que el afecto está presente incluso cuando hay algún momento de desconexión, desatención o alguna diferencia respecto de las preferencias de cada quien. 

Pero cuando la sintonía y la consideración faltan más a menudo de lo que están presentes, el vínculo emocional con las personas con las que convives se debilita y, naturalmente, sientes inseguridad. Sin atención plena, las viejas pautas de reactividad (como exigir cosas) se imponen en un intento de gestionar la inseguridad. En el mejor de los casos, si eres consciente de tu experiencia y te preocupas de verdad por las otras personas, puedes abordar directamente este sentimiento de inseguridad abriendo un diálogo acerca de lo que está ocurriendo y buscando identificar las necesidades de todas las personas involucradas en la situación. 

Este tipo de comprobación suele evitarse porque no queremos considerar la posibilidad de que las otras personas puedan elegir salir de la relación. Y en ese sentido, y paradójicamente, confiar en que podrías atravesar el final de una relación te permite elegir estar plenamente en ella. Un aspecto de estar plenamente en una relación es la habilidad y la voluntad de atender a una sensación de seguridad emocional a través de una comunicación directa y un comportamiento coherente y consistente.

La seguridad emocional no crece en una relación porque haya acuerdo sobre las preferencias. La seguridad emocional crece mediante una responsividad emocional consistente: la capacidad de expresar calidez y afecto, ofrecer empatía, aceptar las diferencias, ofrecer apoyo mutuo, comprometerse a la vulnerabilidad compartida e intercambiar afecto.

A medida que evolucione tu práctica, insistir en pequeñas preferencias y formular exigencias se convertirán en señales importantes para que te conectes con tus sentimientos y necesidades y con tu estado interno de seguridad emocional. Desde este lugar de autoconexión, puedes tomar acciones o realizar pedidos de manera directa para atender tus necesidades en armonía con las de las otras personas. Si existe una larga historia de inseguridad y de necesidades desatendidas, tal vez elijas recurrir a una tercera persona de apoyo, con capacidad para escucharte con empatía, para procesar tu sentir primero, antes de volver a la relación de convivencia con tu expresión honesta o con algún pedido.


PRÁCTICA

Esta semana intenta notar cualquier momento en que experimentas mal humor, expresas quejas o formulas exigencias hacia las personas con quienes convives porque las cosas no salen como tú quieres. Cuando lo notes, chequea tu necesidad de afecto. Pregúntate si necesitas que te confirmen que importas, te quieren o se interesan por ti. O, tal vez, simplemente recuerda y presta atención a todas las formas en que las demás personas ya se preocupan por ti o por tus necesidades. 

*Necesidades delicadas: Cuando surge una necesidad universal y a lo largo del tiempo las otras personas reaccionan con respuestas dolorosas o negligentes más a menudo que con respuestas de apoyo, esa necesidad empieza dentro tuyo a asociarse con el dolor. A medida que una necesidad se asocia con el dolor, se desarrollan estrategias adaptativas para protegerse contra el dolor futuro relacionado con esa necesidad. Estas estrategias adaptativas adoptan diversas formas, como encerrarse, endurecerse, volverse entrañable o valorar el trabajo sobre todo, o simplemente, apagarse ante las necesidades y volverse insensible. Cuando el contexto doloroso en el que nacieron estas estrategias adaptativas cambia y te encuentras en un contexto de apoyo, pero las estrategias persisten, lo llamamos reactividad. Estas estrategias de protección, que antes eran adaptativas, ahora bloquean tu capacidad de recibir lo que podría satisfacer esa necesidad. 

Cuando determinadas necesidades están vinculadas a la reactividad, las llamamos "necesidades delicadas" para abreviar, pero, por supuesto, la necesidad en sí es una energía universal y no cambia de una persona a otra. Lo que es delicado es la relación con esa necesidad. Además, debido a esta relación delicada con las necesidades, parece que una persona tiene más o menos de una necesidad en particular. Todas las personas tenemos las mismas necesidades, que aumentan y disminuyen según el flujo de la vida. Es simplemente nuestra relación con la necesidad lo que hace que se manifieste de forma diferente en cada persona. Las "necesidades delicadas" más comunes son: seguridad, pertenencia, apoyo, intimidad, autenticidad, autonomía, aceptación, ser vista-e-o/escuchada-e-o e inclusión.