Tres pasos para resolver un conflicto interno

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Cuando te encuentras en medio de un conflicto interno, generalmente experimentas un caos de pensamientos, sentimientos, deseos y necesidades. Avanzas y retrocedes frente a las posibles decisiones y eso te genera ansiedad y tensión ante la falta de resolución. Revisas miles de veces el costo-beneficio de las opciones pero esto no te acerca ni un poco al acto de decidir. En un momento piensas que ya has llegado a la decisión y al segundo, vuelves atrás y reconsideras todo. Todo esto es frustrante y drena tu energía. Y cuando ya te invade la sensación de urgencia, te lanzas a elegir una opción u otra sin sentir seguridad, para preguntarte al minuto siguiente si en realidad esa era la decisión “correcta”. 

¡La buena noticia es que no tiene por qué ser así! Puedes abordar el conflicto interno de maneras totalmente nuevas que te ayuden a encontrar una resolución sin esas idas y vueltas tan agobiantes. Para acercarnos a este nuevo abordaje, demos un vistazo a tres de las cosas que se interponen más frecuentemente en nuestro camino y a unas estrategias específicas para disolverlas. Los obstáculos más comunes son: 

  1. Te imaginas que una parte de ti debe ser la “correcta” o debe “tener razón” y, por lo tanto, la otra parte, la que no tendría razón, debe ser “incorrecta”. Y así crees que si tan sólo supieras cuál es cuál, llegarías a la resolución. 

  2. Experimentas un sesgo o tienes un prejuicio hacia ciertas partes de ti y por eso no las escuchas profundamente o intentas “forzarlas” a estar de acuerdo con otras partes a las que pareces valorar más.  

  3. Hay una parte de ti que imagina que no puedes manejar el nivel de emoción que surgiría si te sumergieras más a fondo en el asunto o si tan sólo te permitieras sentir lo que está pasando.

Detengámonos en cada uno de estos puntos y reflexionemos en estas estrategias: 

1. Pasa del concepto de “correcto” e “incorrecto” a comenzar a identificar necesidades universales

Tal vez hayas escuchado alguna vez el concepto de “ganar-ganar”, pero no es fácil saber cómo llegar a eso dentro de ti. La mayor parte del mundo funciona desde la perspectiva de lo “correcto” y lo “incorrecto”, por lo que no debe extrañarnos que nos encontremos haciendo eso internamente. Para salir de esta perspectiva, recuerda que cada parte de ti que participa del conflicto, no hace más que intentar llevar tu atención hacia un conjunto en particular de necesidades universales. Por ejemplo, supongamos que me sienta con incertidumbre acerca de si ofrecer un nuevo curso o no. Una parte mía se siente muy entusiasmada de lanzar una nueva propuesta. Esta parte anhela atender necesidades de propósito y contribución. Y a la vez otra parte mía se resiste a esa idea. Me dice que mi agenda está ya completa y que no dispongo de la cantidad de tiempo que quisiera para estar con mi familia con la calidad de conexión que me gustaría. Esta parte está conectada con las necesidades de descanso, juego y familia. 

Prueba escuchar cada parte de ti, o cada aspecto del conflicto interno, de este modo: 

  1. Identifica las necesidades representadas por cada una de las partes.

  2. Permanece unos momentos en silencio con la totalidad de las necesidades que están vivas para esa situación, sin ponerte todavía a pensar en estrategias para atenderlas. Concéntrate en sentir la sensación de cada necesidad.

  3. Desde este lugar en el que honras todas tus necesidades, hazte esta pregunta: “¿Qué puedo hacer para que todas estas necesidades reciban atención?”

2. Transforma los prejuicios restableciendo las necesidades exiliadas en ti

El segundo obstáculo, el prejuicio o sesgo que podemos tener contra ciertas partes internas, es en realidad un prejuicio hacia determinadas necesidades. En general, se remonta a la niñez y responde a años de condicionamiento. Puede que en la infancia intentaras hacer frente al dolor o a las limitaciones "exiliando" determinadas necesidades. Y al mismo tiempo puede que sólo te concentraras en las necesidades "permitidas" en tu familia y en tu comunidad.

Para retomar nuestro ejemplo, notamos que es más difícil para algunas personas permitirnos atender a necesidades de descanso y espacio personal. Son necesidades que en nuestras familias quedaban asociadas a la vergüenza y/o al castigo. Por eso, cuidar de estas necesidades nos requiere una intención más clara y un mayor compromiso. En cambio, nuestras familias (y también nuestra sociedad) solían recompensar que atendiéramos las necesidades de contribución y propósito. Es por esto que en nuestra experiencia es más habitual atender estas últimas necesidades.

A medida que vas restableciendo necesidades exiliadas, puede que experimentes ansiedad o una sensación de amenaza. Suponiendo que ahora vives en un entorno seguro y comprensivo, estas reacciones son resabios de otro tiempo. Cuando vayas encontrando maneras de escucharlas con empatía, tranquilizarlas amorosamente y atenderlas con conciencia plena, acabarán disolviéndose. Y si no tienes seguridad acerca de cómo hacerlo o sólo pensarlo te provoca pánico, practica dar atención a tus necesidades exiliadas primero con el acompañamiento empático de otra persona. 

Una vez que encuentres tu propia disponibilidad para honrar y restablecer las necesidades que habías exiliado, puede que quieras preguntarte: “¿Cuál es el pequeño primer paso que puedo dar hoy para honrar esta necesidad en particular que antes estuvo exiliada?” Comenzar muy de a poco te provocará menos ansiedad, y te permitirá construir el cambio desde allí. 

En el largo plazo, encontrarás que cuando honras todas tus necesidades en igual medida, la paz interior y la armonía se vuelven más accesibles. 

3. Gana la confianza necesaria para regular tus emociones

Los hábitos de la mente y del corazón en los que no hemos reflexionado nos mantienen en el pasado. Por ejemplo, sin el apoyo adecuado para regular las emociones intensas, es probable que hayas construido hábitos de desconectarte o de evitación. La mayoría de las personas no tuvimos en nuestra niñez a alguien que nos ofreciera empatía, nos enseñara a regular las emociones y a relacionarnos sabiamente con ellas. Sin apoyos así, lo más común es alejarse de la emoción, consciente o inconscientemente, y cerrarnos frente a ella. En ese sentido diferentes estudios muestran evidencia de que la evitación de los sentimientos que pueden ser displacenteros no resulta eficaz y en la mayoría de los casos agrava nuestro sufrimiento. 

Cuando en tu vida actual se activan esos hábitos, imaginas limitaciones donde quizás no las haya. Puede que ahora dispongas de una cantidad de recursos y destrezas para atender a la emoción pero sigues sin permitírtelo por la fuerza de esos hábitos y los temores que los subyacen. Entonces accedes al conflicto interno pero superficialmente y eso no te permite profundizar y atravesarlo hasta llegar a la resolución. Para cuando te encuentres preparada-e-o, aquí tienes algunas formas de empezar a permitirte sentir las emociones a medida que surgen:

  • Establece tu intención con una frase como ésta: “Tengo la fortaleza necesaria para sentir mis sentimientos”. “Tengo confianza de que puedo permanecer en atención plena en medio de emociones fuertes”. “Está bien sentir lo que hay, no pasará nada”.

  • En momentos en que experimentas cierto enraizamiento, lleva la atención a un sentimiento en particular e intenta conocerlo más a fondo. Puedes usar estas preguntas: 

    • “¿Qué tipo de sentimiento es? Por ej. dolor, temor, tristeza, entusiasmo, desesperación, etc.

    • “¿En qué parte del cuerpo lo siento?”

    • “¿Está en la superficie del cuerpo o reside más profundamente?”

    • “¿Tiene una forma este sentimiento?”

    • “¿Hay una imagen o un recuerdo que aparece junto con este sentimiento?”

Puede ser de ayuda llevar un diario, expresarse en voz alta, o pedir a alguien con capacidad empática que te acompañe durante la exploración para sentir más seguridad y así poder ir más a fondo. Si comienzas con sentimientos de baja intensidad y lo haces desde un lugar enraizado, contribuirás a construir internamente confianza de que sí tienes la capacidad de recibir y estar con tus sentimientos. 

  • A medida que vayas percibiendo tus sentimientos, pasa de un lado a otro: del sentimiento a la necesidad universal a la que responde, y viceversa. Un ejemplo sencillo: por lo general, el temor y las emociones relacionadas con él se conectan con necesidades de seguridad y protección (entre otras). Es muy importante esta parte de pasar de un lado a otro, del sentimiento a las necesidades y viceversa. La energía del hábito te llevará del sentimiento a los relatos mentales (los pensamientos, los juicios) sobre qué significa. Si no interrumpes este hábito, tal vez te pierdas en un torbellino de reactividad y termines reforzando la historia habitual de que “no puedes” gestionar la emoción.

  • Una vez que hayas podido asentarte en los sentimientos y las necesidades, experimentarás un movimiento natural hacia las acciones y los pedidos que pueden satisfacer esas necesidades. Puede que esto surja inmediatamente o quizás pasen unos días hasta que emerjan nuevas ideas y estrategias. Permítete entrar en la energía de las necesidades universales y seguir su flujo.

Actuar con sabiduría para resolver un conflicto interno requiere de tu atención amorosa y concentrada y de la disposición a mirar distintas partes de tu ser desde una nueva perspectiva de aceptación y compasión. Significa también disponer de un tiempo para la reflexión y/o para recibir empatía de alguien en quien confías. Con la práctica, el camino te irá resultando cada vez más accesible y satisfactorio.


PRÁCTICA

Reserva al menos media hora en tu agenda para reflexionar sobre un conflicto interno, con o sin acompañamiento empático, y usa las tres habilidades que enumeramos. Invítate a dejar de lado todos los juicios durante ese tiempo y permanecer con apertura y curiosidad hacia lo que vas descubriendo. ¡Puede que te sorprendas!