Joyas de Conexión

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Escrito por Elia Paz con la traducción y contribución de Violaine Felten y Fer Matteo Escrito por Elia Paz con la traducción y contribución de Violaine Felten y Fer Matteo

Cómo detectar el lenguaje de la desconexión

Esta Joya de Conexión está disponible en formato audio

El lenguaje de la desconexión puede ser bastante sutil y puede contribuir a mantenerte en un estado de reactividad. Tomar conciencia del lenguaje reactivo no significa estar vigilándote cuando hablas ni decirle a otra persona cómo debe expresarse. El lenguaje simplemente es otro ámbito en el que puedes observar qué te ayuda y qué te dificulta para conectar con la vitalidad y la alegría.

Marshall Rosenberg, el fundador de la Comunicación NoViolenta, identificó las siguientes categorías de lenguaje que tienden a conducirnos hacia la desconexión:

Juicios

Los juicios pueden parecerte una forma de lenguaje de desconexión bastante obvia, pero en realidad es probable que expreses una serie de juicios de los que no eres consciente. Los juicios suelen ser una forma abreviada de decir “tuve sentimientos desagradables y necesidades insatisfechas cuando esa persona hizo o dijo tal cosa.” 

Los juicios más difíciles de detectar suelen ser los que conectan con algún tipo de formación o campo de saber específico tales como: “Ella tiene esa actitud porque está dentro del espectro autista”, “Es una actitud clásica de alguien de su signo”, “Tiene que controlar las cosas para lidiar con su ansiedad”. 

También se encuentran naturalizados y resultan por lo tanto difíciles de reconocer los juicios que toman la forma de consejos y recomendaciones: “Lo que deberías hacer es empezar a estudiar una semana antes” o “Tienes que cuidar tu apariencia antes de salir de la casa”.

Asimismo, las comparaciones, aunque puedan parecer bien intencionadas o incluso objetivas, suelen esconder juicios y por lo tanto llevar a la desconexión: “¿Por qué no puedes ser más responsable, como tu hermano?” 

Y, por supuesto, cualquier juicio de este tipo dirigido hacia tu propia persona es igualmente un factor de desconexión. Lo importante aquí no es determinar si un juicio es más o menos “cierto”, sino volver a conectar con tu propia experiencia interior y ser consciente del impacto de tus palabras y de tu tono. 

Negación de la responsabilidad

Esta forma de lenguaje es bastante común, pero afecta especialmente a aquellas personas para quienes la autonomía y la expresión son necesidades delicadas. Con la creencia limitante de que la vida es una carga que hay que soportar y que cada persona debe someterse a la presión de las exigencias de las demás, la vida y el lenguaje adquieren un tono resentido y pesado. 

Aquí hay algunos ejemplos: “Tengo que hacerlo, es mi trabajo”, “Me han llenado de clientes”, “Nunca tengo tiempo para descansar”, “Tengo tantas cosas que hacer”, “No hay nadie que me ayude, tengo que hacerlo yo”, “Es lo que hay”. “¿Jugar? ¿Qué es eso?”. Suspiros profundos. 

Con este tipo de lenguaje, aún cosas que podrían experimentarse más o menos fácilmente como divertidas o satisfactorias se convierten en otra tarea más en la lista de lo que las demás personas te “demandan” o “exigen”. Cuando observes este lenguaje en ti, puedes empezar por preguntarte: “¿Qué parte de mí está percibiendo esta situación como una exigencia? Y ¿qué necesidad busca cuidar o satisfacer a través de esa perspectiva?”

Merecer

Desde la perspectiva de la Comunicación NoViolenta, ésta es la forma más violenta de lenguaje. Hace que la validez de las necesidades de una persona dependa de algo externo, como el nivel educativo, la raza, el género, comportamientos específicos, etc. El lenguaje de “merecer” surge con mayor frecuencia por el condicionamiento que recibimos de sistemas de recompensa y castigo. 

Aquí te presentamos algunos ejemplos: “Se merecía lo que le pasó”, “He trabajado duro, me merezco desahogarme”, “Te mereces un ascenso”, “Llevo aquí más tiempo que nadie, merezco dar mi opinión”. El concepto de “merecer” está basado en juicios de lo que es “correcto” o “está bien” y lo que es “incorrecto” o “está mal”; una percepción subjetiva que genera división y separación entre personas y pueblos. 

Este tipo de pensamiento y lenguaje es un ejemplo de cómo se sustituye la conexión con lo sagrado de toda vida por normas internas y externas que determinan quién tiene la dignidad de vivir una vida plena. Esto interfiere en tu capacidad de acercarte con compasión, sabiduría y receptividad tanto a tus propias necesidades como a las de las otras personas. Al observar en ti un lenguaje en torno al concepto de “merecer”, puedes empezar por preguntarte: ¿Cuál es la creencia que estoy sosteniendo con esta forma de expresarme? 

Cuando te des cuenta de que estás utilizando este tipo de lenguaje y tonos o actitudes subyacentes, observa con curiosidad. Fíjate en lo que ocurre en tu cuerpo: ¿hay tensión? ¿dolor? ¿incomodidad? Respira y acompaña las sensaciones que encuentres sin resistirlas. Luego pregúntate qué es importante para ti en esta situación. Para darte tiempo y espacio para esa introspección, puedes tener preparada una respuesta para utilizar en ese momento, como: “Algo en esta situación me duele”, “Estoy sintiendo cansancio”, “Noto que tengo resentimiento” o “Debe haber algo importante para mí en esto”.

Cuando seas capaz de tomar conciencia del lenguaje y la actitud subyacente más habituales en ti, puedes anotarlos y empezar a buscar qué podrías decir en su lugar, conectando con tu experiencia interior y expresándola en lenguaje de sentimientos y necesidades. Por ejemplo, un juicio como “Mi colega tiene un patrón fuerte de control” se podría convertir en “Me gustaría que hubiera más confianza y más colaboración”.


PRÁCTICA

Establece ahora tu intención de practicar esta semana, observando en ti el surgimiento de alguno de los tres tipos de lenguaje mencionados anteriormente. Elabora un plan sobre lo que harás para practicar la próxima vez que notes que lo estás utilizando: por ejemplo pausar, respirar, observar tu cuerpo, preguntarte qué es importante para ti, y/o dar una respuesta sencilla en el momento. 

Al cabo de una semana, repite el ejercicio con otro de los tres tipos de lenguaje que llevan a la desconexión.

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